Miguel Esteban cumplió con una de sus tradiciones más arraigadas al
celebrar su singular Jota Pujada, una costumbre que forma parte de su
rico patrimonio cultural y que convierte al Carnaval miguelete en único
en el mundo. Cientos de personas se congregaron junto a la estatua de la
vendimiadora para formar el típico corro y asistir a uno de los
principales atractivos turísticos y culturales de Miguel Esteban...
Cientos de personas asistieron a este acto que hace del Carnaval miguelete una fiesta única en el mundo
Miguel Esteban cumplió con una de sus tradiciones más arraigadas al celebrar su singular Jota Pujada, una costumbre que forma parte de su rico patrimonio cultural y que convierte al Carnaval miguelete en único en el mundo.
Cientos de personas se congregaron junto a la estatua de la vendimiadora para formar el típico corro y asistir a uno de los principales atractivos turísticos y culturales de Miguel Esteban, una tradición que se celebra desde hace siglos en el marco de las fiestas de Don Carnal y que es seguida por niños, jóvenes y mayores.
Durante una hora y media, fueron numerosas las parejas que pujaron para tener el honor de danzar en el centro del corro formado en los arcos de la entrada del Parque Municipal Nuestra Señora del Socorro, llegando incluso a pagar más de 200 euros por bailar la jota y cumplir con esta tradición tan importante para los migueletes.
Previamente, la Banda de Música recogía a los Capitanes del Carnaval, un cargo que este año ha recaído en Pedro Alberto Jiménez Martínez y Maria Sol Lara Lara. Vestidos con la típica capa española (él) y con peineta y mantilla (ella), el capitán y la capitana protagonizaron un desfile en el que también participaron las autoridades locales encabezadas por el alcalde, Pedro Casas, y numerosos vecinos.
Una vez en el centro del tradicional corro, los capitanes fueron los encargados de abrir este acto con el tremolar de banderas al ritmo de la música y el posterior baile de la jota pujada. Tras ello, tomaron el relevo aquellas parejas que previamente pujaban para poder bailar en el centro del corro. Como marca la tradición, los espectadores premiaban los bailes lanzando caramelos que afanosamente eran recogidos por los niños de la localidad.